LA LECTIO DIVINA: 

ORAR CON  LA PALABRA

En los documentos que han preparado y acompañado el Sínodo, se ha hablado de muchos métodos para acercarse a las Sagradas Escrituras con fruto y en la fe. Sin embargo, se ha prestado una mayor atención a la lectio divina, que es verdaderamente «capaz de abrir al fiel no solo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente». Quisiera recordar aquí brevemente cuáles son los pasos fundamentales.

 

1. Se comienza con la lectura (lectio) del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto se convierta solo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos.

 

2. Sigue después la meditación (meditatio) en la que la cuestión es: ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí, cada uno personalmente, pero también comunitariamente, debe dejarse interpelar y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el pasado, sino en el presente.

 

3. Se llega sucesivamente al momento de la oración (oratio), que supone la pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia.

 

4. Por último, la lectio divina concluye con la contemplación (contemplatio), durante la cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide el Señor? San Pablo, en la carta a los Romanos, dice: «No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (12,2). En efecto, la contemplación tiende a crear en nosotros una visión sapiencial, según Dios, de la realidad y a formar en nosotros «la mente de Cristo» (1 Cor 2,16). La Palabra de Dios se presenta aquí como criterio de discernimiento, «es viva y eficaz, más tajante que la espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón» (Heb 4,12).

 

5. Conviene recordar, además, que la lectio divina no termina su proceso hasta que no se llega a la acción (actio), que mueve la vida del creyente a convertirse en don para los demás por la caridad.

 

Encontramos sintetizadas y resumidas estas frases de manera sublime en la figura de la Madre de Dios. Modelo para todos los fieles de acogida dócil de la divina Palabra, Ella «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19; cf. 2,51). Sabía encontrar el lazo profundo que une en el gran designio de Dios acontecimientos, acciones y detalles aparentemente desunidos.

 

Benedicto XVI,

Exhortación apostólica Verbum Domini,

Jueves de Ceniza: Dt.30, 15-20; Salmo 1, 1-4.6 Lc. 9, 22-25.

Hoy el Señor en su Palabra nos pide que elijamos, que ejercitemos nuestra libertad, el don más preciado. Pone delante de nosotros, de ti, vida y felicidad, muerte y desgracia y seremos dichosas si elegimos al Señor nuestro Dios, escuchamos su voz y ponemos nuestro gozo en su ley, meditándola día y noche. Solo desde esa meditación- rumia-de su Palabra, podremos renunciar a nosotras mismas, cargar con la cruz de las contradicciones, frustraciones etc de cada día y seguirle. 

¿Qué eliges?

Nosotras ya hemos hecho una elección, por seguirle cada día junto a unas hermanas, y vivir gozosas en su Casa, escuchando y meditando Su Palabra y alabándole, en las celebraciones litúrgicas, y en el trabajo, en la alegría de vivir unidas en Él, a las hermanas.


Domingo I Cuaresma C


Dt 26,4-10: Profesión de fe del pueblo escogido.

Rom 10,8-13: Profesión de fe del que cree en Jesucristo.

Lc 4,1-13: El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado.

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

—«Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan».

Jesús le contestó:

—«Está escrito: "No solo de pan vive el hombre"».

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

—«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».

Jesús le contestó:

—«Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto"».

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

—«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras"».

Jesús le contestó:

—«Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios"».

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

 

Preparación: Hablar del diablo no está de moda. A menos que se trate de promover una película que pueda propiciar buenas ganancias. El demonio ha encontrado una vez más un buen disfraz para continuar el carnaval de la vida y pasar inadvertido por las páginas de la historia.

En esta sociedad se presenta a veces al diablo como el liberador del ser humano. Muchos se imaginan que el hombre está maniatado por las normas y preceptos que lo infantilizan y le impiden crecer hasta su madurez. Y creen que el diablo vendrá a enseñarle las artes de la trasgresión para ayudarles a crecer y a triunfar en la vida.

Es falso. Olvidan que el diablo es el padre de la mentira. Una cultura que aborrece la verdad, que fomenta la calumnia y la impostura, y que premia la doblez y el engaño nos revela bien pronto su parentesco con lo diabólico.

 

Lectura: “Traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”. Con esta ofrenda concluye el llamado “credo” del Israelita (Dt 26,10). En él se unen el pasado y el presente del pueblo elegido por Dios.

• Del pasado remoto, se recuerda la época del pastoreo y la emigración a Egipto. Allí los padres se vieron obligados a servir en una dura esclavitud. Pero Dios abrió ante el pueblo los caminos de la liberación y le entregó una tierra que manaba leche y miel

• En el presente, el israelita se acerca al templo a ofrecer al Señor las primicias de los frutos del campo. Con ese gesto no hace más que devolver a Dios una pequeña parte de lo que ha recibido de él. Dios es el Señor de su historia, de su vida y de sus bienes.

 

Meditación: En este ciclo C se evocan las tentaciones de Jesús, según el texto del evangelio de Lucas (Lc 4,1-13).  

• Ante la primera tentación, que nos ofrece panes, la primera obra de misericordia nos exhorta a “dar de comer al hambriento”. Pero el hambre de nuestros hermanos no se satisface solo con alimentos de la tierra. Hay un Pan que da vida eterna.

• Ante la segunda tentación, que nos ofrece poder y gloria, otra obra de misericordia que nos lleva a “vestir al desnudo”. El vestido defiende la intimidad y la dignidad de la persona. Pero solo la escucha de la palabra de Dios da la gloria verdadera.  

• Ante la tercera tentación, que nos sugiere poner a prueba al mismo Dios, una obra de misericordia nos pide “dar buen consejo al que lo necesite”. Por imprudencia y orgullo atentamos contra el amor, la vida y la familia, para culpar cínicamente a Dios.

 

Oración: Señor Jesús, sabemos que también en nuestros días la humanidad se pregunta si de verdad eres el Hijo de Dios. Nuestra fe lo confiesa, sin necesidad de someterte a prueba, como hizo el diablo. Apoyados en la palabra de Dios, como tú, queremos proclamar tu vida y tu verdad. Amén.

 

Contemplación: El relato evangélico que hoy se proclama no se limita a ofrecernos unas reflexiones sobre el buen comportamiento con nuestros semejantes. Nos habla sobre todo de Jesús. Y, en consecuencia, nos presenta al Dios de Jesús.

• De Jesús se nos dice que en lugar de dialogar con Satanás, como había hecho Eva en el paraíso terrenal, el Hijo de Dios se refugia en la palabra de Dios y responde con la fuerza de esta palabra.  

• De Dios se nos dice que es el verdadero y único Señor. Satanás afirma tener el poder sobre todo, pero miente. Pretende ser adorado para concederlo, pero nos engaña. Solo podemos adorar a Dios. Y lo hacemos gratuitamente, sin aspirar al poder y al tener.  

 

Acción: También nosotros nos encontramos ante las clásicas tentaciones que se presentan a toda persona, creyente o no creyente: la del tener, la del poder y la del placer. Siempre es lo mismo. La magia, la avaricia y el triunfo fácil. Eso es lo que puede apartarnos de nuestra misión. O lo que puede demostrar la seriedad y coherencia de nuestra vida. Es urgente examinar nuestas actitudes.

 


Jueves I Cuaresma

Est 14,1.3-5.12-14: No tengo a nadie más que a ti, Señor

Mt 7,7-12: Haced con los demás lo que queráis que os hagan

En aquel tiempo dijo Jesús: “Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre. ¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan! Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas”.

 

Preparación: La Cuaresma refleja, sin duda, la situación de soledad y desamparo en la que se encuentran muchas personas. A veces nos parece que no importamos nada a nadie. Nos preguntamos si hay alguien que se interese de verdad por nosotros. En este camino hacia la Pascua no solo se nos invita a abandonar el mal y el pecado. Se nos exhorta también a confiar en la misericordia de Dios.

 

Lectura: “No tengo a nadie más que a ti, Señor”. Esas palabras que se ponen en la boca de la reina Ester, reflejan el sentimiento que a veces experimentan muchas personas. En el evangelio Jesús nos invita a confiar en Dios.

• En él resuenan tres imperativos que son inolvidables. Son desafíos para el desaliento. “Pedid. Buscad. Llamad”. A ellos responden otras tres promesas: “Se os dará. Encontraréis. Se os abrirá”.

• No olvidemos que en el pensamiento hebreo esos verbos en voz pasiva tienen por sujeto a Dios. Dios nos dará. Dios se nos hará encontradizo. Dios nos abrirá la puerta de su intimidad.

 

Meditación: En su encíclica Salvados en esperanza, el papa emérito Benedicto XVI aludía a esos momentos de desalientoque a veces nos asaltan. Y nos decía que, cuando pensamos que ya nadie nos escucha, todavía podemos descubrir que Dios ciertamente nos escucha (SS 32). 

Su sucesor, el papa Francisco insiste una y otra vez en la necesidad de recordar la misericordia y la ternura de Dios. Él se ocupa de nosotros. Nos concede más de lo que le pedimos. Nos facilita el hallazgo de tesoros que ni siquiera pensábamos buscar. Y nos abre puertas que ni siquiera podíamos imaginar.

 

Oración: Padre nuestro, que nos has revelado tu misericordia por medio de Jesucristo, sabemos que te compadeces de nuestra miseria y de nuestra soledad. Danos un corazón agradecido y ayúdanos a vivir para tu gloria. Amén.

 

Contemplación: Hoy podemos contemplar a Jesús en medio de una multitud. Tratemos de sorprender su mirada y de adivinar sus sentimientos. Muchos le seguían buscando alimento o consuelo. Pero sabemos que Jesús veía a las gentes como “ovejas sin pastor”. Y que se conmovía su corazón al ver la soledad y el sufrimiento de los que se acercaban a él.

Al contemplar sus gestos de cercanía a los más abandonados, nosotros podemos descubrir la misericordia del Padre celestial. Esos gestos y esa fe nos infunden confianza y fuerza para el camino.

 

Acción: El evangelio de hoy termina recordando la regla de oro de todas las éticas: “Haz a los demás lo que quieras que hagan contigo”. Procuremos que también los demás encuentren en nosotros respuesta a sus peticiones, sus búsquedas y sus llamadas.

 

 



Viernes I Cuaresma

Ez 18,21-28: No volveré a acordarme de todo lo malo que hizo

Mt 5,20-26: Parte en paz con tu hermano

En aquel tiempo dijo Jesús: “Os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado’. Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno. Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda. Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo”.

 

Preparación: En nuestra lengua hay personas que repiten con frecuencia este estribillo: “Yo no robo ni mato”. En realidad, reducen la fe a su aspecto moral. Además, reducen la moralidad a dos mandamientos. Y finalmente, reducen éstos a sus aspectos negativos. Olvidan la cara positiva, que nos exige compartir nuestros bienes y promover la vida de los demás. En este viernes de Cuaresma, podemos reflexionar sobre nuestra forma de entender el ser justos ante Dios.

 

Lectura: En el texto del profeta Ezequiel resuena hoy varias veces la “justicia”. Esa palabra no equivale solo a la justicia social, aunque la incluye. La justicia de Dios es su santidad. Y así la quiere para nosotros. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva como un justo. Ahora bien, nuestra justicia y santidad no deben parecerse a la justicia farisaica. Sabemos que no se debe a nosotros mismos, sino a la gracia de Dios. Y, además, no puede limitarse a evitar el pecado, sino que ha de llevarnos a amar la virtud. No basta con no matar. Hay que arrancar de nuestro corazón no solo el odio al hermano, sino también la indiferencia ante los demás.

 

Meditación: En el decálogo se decía “No matarás”. Pero hay algunas actitudes que Jesús compara con el asesinato.

• En primer lugar, enojarse con un hermano equivale a hacerlo desaparecer de nuestras relaciones y “contactos”, como ahora se dice.

• En segundo lugar, insultar a un hermano equivale a colocar sobre él una etiqueta que siempre es injusta. Con nuestros insultos nos fijamos solamente en una parte de la realidad de nuestro hermano, y eso es injusto.

• En tercer lugar, injuriar gravemente a un hermano es ignorar y despreciar su dignidad como imagen de Dios, como hijo de Dios.

 

Oración: Señor Jesús, tú no me preguntas si tengo algo contra mi hermano, sino si mi hermano tiene algo contra mí. Perdona este egoísmo que me lleva a sentirme siempre como una víctima de los demás y ayúdame a descubrir la indiferencia o las ofensas que ellos me han perdonado tantas veces.

 

Contemplación: Contemplamos los iconos orientales en los que Jesús aparece como un maestro, con su libro abierto. Él nos ha enseñado a releer la ética natural y la Ley de Moisés. Él ha hecho del amor la clave de la justicia y de la santidad. Contemplamos a Jesús como maestro y como modelo. Jesús vivió desviviéndose por los demás. Él nos pide vivir conviviendo y desviviéndonos por nuestros hermanos.

 

Acción: El evangelio nos sugiere hoy una acción muy concreta: “Si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda”.

 


Sábado I Cuaresma

Dt 26,16-19: Cúmplelos de todo corazón y con toda tu alma

Mt 5,43-48: Sed perfecto, como vuestro Padre es perfecto

En aquel tiempo dijo Jesús: “También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto”.

Preparación: El tiempo de Cuaresma nos invita a preguntarnos cómo cumplimos los mandamientos de Dios. Sabemos que con mucha frecuencia nos quedamos en unos límites mínimos. Pero Jesús nos dice que los mandamientos han de cumplirse mirando a un horizonte de máximos, es decir, tratando de descubrir su sentido último. A esa tarea se nos invita en la liturgia de hoy.

Lectura: En el libro del Deuteronomio se condicionan las bendiciones de Dios a la escucha de su palabra y al cumplimiento de sus mandamientos.

En el Evangelio de hoy se lee otro pasaje del Sermón de la Montaña, en el que se recuerda el antiguo mandato de amar al prójimo. Según Jesús, no debemos amar al prójimo solo por sus cualidades humanas o por su bondad. Evidentemente eso no está mal. 

Pero para amar de esa forma bastan las luces, las fuerzas y la buena voluntad que ya poseen los paganos que no conocen a Dios. Hay que amar con absoluta gratuidad. Porque así nos ama Dios. Y el criterio de la gratuidad es precisamente amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen. Así lo han hecho nuestros mártires. 

Meditación: En su encíclica Deus caritas est, es decir Dios es amor, el papa emérito Benedicto XVI, nos decía que solo el servicio al prójimo abre nuestros ojos para descubrir  lo que Dios está haciendo por nosotros y  lo mucho que nos ama (DC 18). Hoy podemos preguntarnos por el estilo de nuestras relaciones con los demás.

• Odiar a los amigos es algo diabólico. Odiar a los enemigos es considerado por muchos como “normal”. Pero lo que parece normal desde el punto de visto sociologico no equivale a lo “normado” por la reponsabilidad moral.

• Amar a los amigos es lo políticamente correcto. Pero amar a los enemigos es divino. En efecto, eso es precisamente lo que hace Dios. Y así se comportan los que, siendo imagen de Dios, tratan humildemente de imitarlo cada día.

Oración: Señor Jesús, que nos has revelado con tus gestos y palabras el rostro y el talante del Padre celestial, ayúdanos a amar a nuestros prójimos con ese estilo de Dios y con ese amor radical y gratuito que es propio de Dios. Amén.

Contemplación: El discurso de Jesús sobre el amor a los enemigos no es solo una exhortación moral. Es una parte importante de su revelación de Dios. En estas palabras Jesús habla ciertamente de nosotros, sus seguidores, pero habla sobre todo de Dios.

Jesús nos invita a actuar con gratuidad con relación a nuestros semejantes. Pero nos invita, antes que nada, a contemplar y agradecer la generosidad con la que Dios nos ama, nos acoge y nos perdona.

Acción: Hoy podemos preguntarnos cómo podemos tener un detalle de amistad y de afecto con alguna persona que nos haya ofendido alguna vez.

2º Domingo de Cuaresma

CICLO C

Gén 15,5-12.17-18: Dios hace alianza con Abraham, el creyente

Flp 3,17-4, 1: Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso.

Lc 9,28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:

—«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:

—«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle».

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

 

Preparación: Los peregrinos que suben al monte Tabor podrían tener la tentación de considerar la Transfiguración de Jesús como el gesto altanero de quien trata de marcar las distancias con relación a todos los humanos. Como si, envuelto en su luz inaccesible, el Maestro intentara recordarnos la tiniebla en la que todos vamos caminando por el mundo.

Pero no, la situación de este relato evangélico nos ayuda a comprender su sentido. Se sitúa la transfiguración en un momento muy preciso: precisamente después que Jesús ha anunciado el futuro de pasión y muerte que le aguarda (cf. Mt 16,21-23). Su transfiguración en el “monte alto” preanuncia el misterio de su crucifixión y su glorificación final.

Por otra parte, Jesús aparece flanqueado por Moisés y Elías, los grandes pilares de la fe de Israel. Con ello se nos dice que su  misión está avalada por la autoridad de la Ley y los Profetas de Israel.

Lectura: He aquí el comienzo y el final de la primera lectura que se proclama en este segundo domingo de Cuaresma: “Dios sacó afuera a Abraham y le dijo: Mira al cielo, cuenta las estrellas si puedes. Y añadió: Así será tu descendencia... Aquel día el Señor hizo alianza con Abraham en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río”.

• Dios se manifiesta a Abraham por medio del cielo estrellado. En el evangelio de hoy Dios se manifiesta a los discípulos por medio de su Hijo Jesús .

• Dios promete a Abraham la posesión de una tierra. En el evangelio de la transfiguración, la gran promesa de Dios es la presencia de su Hijo entre nosotros.

• En el texto del Génesis un sueño profundo invadió a Abraham y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. También en el evangelio se menciona el sueño de los apóstoles, que se asustaron al entrar en la nube, símbolo de la presencia de Dios.

 

Meditación: El relato evangélico de la transfiguración de Jesús nos presenta el cruce de dos palabras. La palabra humana y la palabra divina:

• “Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Esa es la voz de Pedro. Necesitamos descubrir que la belleza más auténtica radica en la verdad. Y que ambas se hacen oración en los que creen. Nos gustaría que toda la humanidad descubriera la belleza del mensaje y de la compañía del Señor.

• “Este es mi hijo, el escogido, escuchadle”. Esa es la voz que viene de la nube, es decir del mismo Dios. Él se nos revela como Padre de Jesús y Padre nuestro. Su voluntad es que escuchemos al que Pedro reconoce como Maestro. Su voz ha de prevalecer sobre todas las voces que tratan de seducirnos. En él está la vida.

 

Oración: Señor Jesús, tu transfiguración en lo alto del monte, en un contexto de oración, nos recuerda que eres tan humano que necesitas acercarte a Dios. Y eres tan divino que en ti se cumplen las Escrituras y se manifesta la gloria del Padre. Ayúdanos a ser testigos de tu misión. Amén.

Contemplación: Como a los apóstoles que lo vieron resplandeciente, contemplar a Jesús transfigurado en el monte nos ayuda a vencer el desaliento ante la cruz, a tomarla cada día y a seguir a Jesús hasta el final.

• Ver a Jesús transfigurado y avalado por la voz del Padre celestial que lo proclama como Hijo predilecto, es para nosotros un motivo más para aceptar el camino cristiano con fe y generosidad.

• Escuchar la palabra de Dios que transmite Jesús es el primer paso de nuestra fe. En el monte de la Transfiguración, el Padre celestial nos ordena: "Escuchadle". Escuchar a Jesús: esa es la voluntad del Padre. Así podremos hacer nuestro su estilo y su mensaje.

Acción: Al volver nuestros ojos al Jesús transfigurado recordamos que él es nuestro único Maestro, en el que encontramos la Palabra de Dios. Al escucharle a él, podemos seguir el camino de la verdad que conduce a la vida. Solo por la aceptación de la cruz podremos llegar, con Jesús, a la gloria de la resurrección. Nuestro compromiso es escucharle a él y aceptar nuestra propia cruz.

 

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Lunes II Cuaresma

Dan 9,4b-10: De ti es propio ser compasivo y perdonar

Lc 6,36-38: Se os medirá con vuestra misma medida

En aquel tiempo dijo Jesús: “Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo. No juzguéis a nadie y Dios no os juzgará a vosotros. No condenéis a nadie y Dios no os condenará. Perdonad y Dios os perdonará. Dad a otros y Dios os dará a vosotros: llenará vuestra bolsa con una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás”.

Preparación: Con frecuencia aludimos a las penitencias cuaresmales. Sin embargo los textos bíblicos que se nos presentan en este tiempo insisten en sugerir que la verdadera penitencia es la superación de nuestro egoísmo, O, por decirlo en forma positiva, el aprendizaje de un amor semejante al que Dios nos profesa. Si este ideal nos parece demasiado abstracto, la catequesis cuaresmal nos ofrece ejemplos muy concretos para ir practicando este aprendizaje.

Lectura: El libro de Deuteronomio recuerda a Israel sus continuas traiciones al amor compasivo de Dios. Según el evangelio de Mateo, Jesús nos dice: “Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Pero el evangelio de Lucas traduce la frase diciendo: “Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo”. Por consiguiente, vemos que la perfección consiste precisamente en la compasión.

Como para facilitar esta lección, el texto se refiere a dos tentaciones que hemos de evitar. No debemos juzgar ni condenar a los demás. Y se nos señalan dos actitudes que hemos de aprender: perdonar y dar con generosidad.

Ahora bien, la compasión no puede limitarse al momento en que se presentan las grandes catástrofes. La compasión, como el amor, no es solo un sentimiento: es un compromiso.

Meditación: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Nosotros amamos a alguien porque es bueno con nosotros. Dios nos ama y por eso, solo por eso, podemos empezar a ser buenos. El amor de Dios es creativo y gratuito. En su encíclica Caridad en la verdad, Benedicto XVI nos exhortaba a descubrir el valor de la gratuidad como expresión de fraternidad (CV 34).

Pero la gratuidad tiene por modelo a Dios, que nos ama cuando todavía somos pecadores. Es verdad que, con motivo de las grandes catástrofes, renacen en nosotros la compasión y la solidaridad. Pero el verdadero modelo es la compasión de Dios, que nos sale al encuentro, nos acoge y nos perdona. La exhortación de Jesús nace de su experiencia de Dios

Oración: Señor Jesús, tú nos has enseñado que el amor del Padre celestial es compasivo y gratuito. Ayúdanos a hacer que el nuestro sea un amor como el suyo. Solo así podremos ver a un hermano en cada uno de nuestros vecinos. Amén.

Contemplación: Recordamos hoy los diversos encuentros de Jesús con personas afligidas y necesitadas. Contemplamos con admiración y gratitud su compasión hacia los más débiles. Y vemos en ella el reflejo de la compasión misma del Padre celestial. El evangelio es la buena noticia de que Dios es compasivo y misericordioso. Y nos exhorta de una forma y de otra a imitar en la tierra esos atributos celestiales.

 

Acción: La acción de hoy viene sugerida por el evangelio. Hemos de examinar si solemos caer en las tentaciones de juzgar y condenar a los demás. Y preguntarnos a quién hemos de perdonar y a quién podemos dar lo que necesita.

Martes II Cuaresma

Is 1,10.16-20: Esforzaos en hacer lo que es justo

Mt 23,1-12: El primero entre vosotros será vuestro servidor

En aquel tiempo Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: “Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros. Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Preparación: Escribía Chesterton que los hombres se figuran que la humildad debe de ser un vicio. Quizá se ignora lo que representa. Se la confunde con la impotencia o con una pose muy estudiada. Hay quien piensa que ser humilde implica ir por el mundo afirmando que uno vale poco. Algunos hasta llegan a presumir de ello. Habría que recordarles los versos de José María Pemán: “No exaltes tu nadería: que, entre verdad y falsía, apenas hay una tilde… y el ufanarse de humilde modo es también de ufanía”.

Lectura: El profeta Isaías nos exhorta a ser dóciles y escuchar al Señor. Jesús se presentó como modelo de humildad, al decir: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Por eso podía condenar el fariseísmo de los que “todo lo hacen para que la gente los vea” y criticaba a los que presumían de maestros, de padres y de jefes, hasta olvidar la majestad de Dios.

 Por eso el relato evangélico concluye con tres enseñanzas de Jesús, que aparecen  cargadas de resonancias trinitarias: “Uno solo es vuestro maestro”, es decir el Espíritu de Dios. “Uno solo es vuestro Padre, el del Cielo”. “Uno solo es vuestro consejero, Cristo”.

Meditación: “El que se enaltece será humillado”. El orgullo separa a los hombres; la humildad los une en la búsqueda y en el encuentro. La altanería aleja a la persona de sus vecinos y la empuja sin remedio hacia la soledad y hacia el fracaso. “El que se humilla será enaltecido”.

 Ahora bien cuando la persona presume de su humildad, cuando trata de parecer humilde como buscado una trategia para triunfar en la vida, esa pretendida humildad es una absurda mentira. Es la máscara más ruin del orgullo. Solo si la “humildad es caminar en la verdad” conduce a la realización integral de la persona.

Oración: Señor Jesús, como profeta de Dios has denunciado nuestros engaños e hipocresías. Enséñanos a vivir en la verdad y para la verdad, de forma que nuestra vida dé testimonio de la tuya y nuestro mensaje sea un eco creíble del tuyo. Amén.

Contemplación: Estas advertencias de Jesús sobre la hipocresía farisaica no son meras exhortaciones morales. Evocan la revelación de su misión salvadora. Hoy contemplamos al Señor que, siendo de condición divina, se rebajó hasta pasar por un esclavo. Contemplamos al Señor que se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

Y confesamos con el apóstol Pablo que, por eso, Dios elevó a Jesús hasta su gloria y le dio un nombre sobre todo nombre. Por eso, toda rodilla se dobla ante él. Por eso, toda lengua proclama que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2,5-11).

 

Acción: Hoy dedicamos un tiempo a recordar de qué presumimos ante los demás. Pidamos perdón a Dios por nuestro orgullo. Veamos también a qué personas hemos humillado alguna vez y procuremos pedirles perdón.

Miércoles II Cuaresma


Jer 18,18-20: Señor, hazme caso

Mt 20,17-28: El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor

Mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:  «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos».  Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».  Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos.  Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

Preparación: En este camino cuaresmal, la imagen del profeta Jeremías nos lleva a verlo como figura y anticipo de Jesús. También aquel profeta fue visto por sus propios vecinos como un intruso peligroso. Es impresionante esta oración del elegido y enviado por Dios: “Señor, hazme caso, oye cómo me acusan; ¿es que se paga el bien con el mal, que han cavado una fosa para mí? Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo”. Esta súplica podría ser también la de muchos de nuestros mártires cristianos.

Lectura: En el Evangelio de hoy, oímos que, mientras Jesús iba subiendo a Jerusalén, explicaba a sus doce apóstoles que allí iba a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados. Estos lo condenarían a muerte y lo entregarían a los gentiles, es decir, al poder imperial romano para que lo crucificaran, aunque al tercer dia había de resucitar.

Pues bien, precisamente en ese contexto, se situa la escena evangélica que hoy se proclama. Se os dice que se acerca a Jesús la esposa de Zebedeo y pide para sus hijos los puestos de honor en el reino del Mesías.  

Meditación: Es evidente el contraste violento entre la misión de Jesús y las ilusiones que alimentan sus discípulos más cercanos. Jesús sabe que camina hacia la muerte y una muerte de cruz. Pero ellos piensan que, siguiendo a Jesús, conseguirán una gloria impagable.

Jesús les pregunta y nos pregunta también a nosotros si somos capaces de compartir el cáliz que él ha de beber. En realidad, nos pregunta si estamos dispuestos a aceptar como nuestra su misión y su pasión.

Es evidente que, en este camino cuaresmal, la cruz no puede ser retirada del horizonte. De hecho, vamos recorriendo el “camino de la cruz”.

Oración: Señor Jesús, te damos gracias porque nos has llamado a seguirte. Líbranos de nuestras pretensiones de poder y de gloria. Y danos la fortaleza necesaria para aceptar tu cruz y la nuestra. Amén.

Contemplación: Ante la petición de la madre de Santiago y Juan, contemplamos la reacción de los otros diez apóstoles. Aunque no lo hayan expresado tan claramente, también ellos albergan pensamientos de grandeza y aspiran a alcanzar puestos de honores y de poder.

Y contemplamos también cómo el Maestro los exhorta a todos a buscar el verdadero honor, que consiste en poder servir a los demás.

La motivación para esta aspiración no puede ser la comodidad o el desaliento. La motivación es el seguimiento y la imitación del mismo Jesús, que ha venido al mundo para servir a los demás, no para ser servido por ellos.

Acción: En este camino cuaresmal, es necesario detenernos a examinar los motivos que nos inducen no solo a evitar el mal sino también a optar por el bien. Evidentemente, ese motivo no puede ser el ansia de brillar en la sociedad. El único modelo para nuestra conducta es Jesús, el Mesías de Dios.

 

Domingo 3ºCuaresma C

Éx 3,1-8a. 13-15: «Yo soy» me envía a vosotros.

1 Cor 10,1-6. 10-12: Esto sucedió en figura para nosotros  

Lc 13,1-9: Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera

 

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó:

—«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».

Y les dijo esta parábola:

—«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:

"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?".

Pero el viñador contestó:

"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».

 

Preparación: En este ciclo, el tercer domingo de Cuaresma nos lleva a oír la presentación que Dios hace de sí mismo. Frente a los dioses que Moisés conocía por sus nombres, Dios no quiere ser catalogado ni manipulado. Él es Dios. Nadie ni nada puede ser adorado fuera de él. El pecado es simpre una idolatría.

 

Lectura: “Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza” (Ex 3,3). Este texto que hoy se proclama encierra tres referencias personales.

 • Dios, que no es indiferente a la suerte de los hombres. Su misericordia tiene en cuenta la miseria de los que se afanan y de los que sufren.

• Moisés, que se ha habituado a la rutina de cada día. Pero está preparado para escuchar la voz de Dios que, de pronto, le habla en el escenario del pastoreo.

• El pueblo de Israel, que ya se ha habituado a la esclavitud. Pero Dios “ha visto” la opresión que sufre su pueblo. Él toma la iniciativa.

 

Meditación: El evangelio de este tercer domingo de Cuaresma recuerda dos hechos que debieron de llegar a los oídos de Jesús: una horrible matanza de peregrinos decidida por Pilato y el derrumbe de la torre de Siloé que aplastó a algunos obreros (Lc 13,1-9). ¿Qué pensar de ello?

• Dios nos habla también a través de los acontecimientos que a veces nos sobresaltan y que siempre nos plantean las grandes cuestiones sobre el bien y el mal.

• Según Jesús, la desgracia no siempre responde al pecado. Si así fuera, también merecerían la muerte algunos de sus oyentes, que sin duda eran pecadores.

• Por medio de señales concretas Dios nos dice que es urgente aprovechar el momento presente para abrir el corazón a la conversión.

 

Oración: Señor Jesús, queremos escuchar tu palabra, que nos habla a través de los acontecimientos. Que esa escucha nos mueva a la conversión del corazón. Y que la conversión se manifieste en los frutos de vida que tú esperas de cada uno de nosotros. Amén.

 

Contemplación: Pero en el relato evangélico encontramos, además, la parábola de la higuera que ha dejado de dar frutos. El texto incluye el diálogo entre el dueño de la viña y el viñador encargado de cultivarla.

• “Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”. Esa decisión del dueño de la higuera es una severa advertencia a nuestra apatía y esterilidad. No podemos resignarnos. El papa Francisco suele repetir  que la misericordia de Dios es muy grande, pero su justicia es perfecta.

• “Señor, déjala todavía este año”. Junto a la tentación de la acedia podemos caer también en la del pesimismo. La sugerencia del viñador nos exhorta a mantener la esperanza y la paciencia. A interceder por nuestros hermanos. Y a dejar la última decisión al Señor, que es el único dueño de la viña.

 

Acción: Ante nuestra conciencia de pecado y ante la observación del mal de este mundo, necesitamos redoblar el esfuerzo y el trabajo. El Señor y la Iglesia esperan nuestra conversión.

 

 

Jueves III Cuaresma

Jueves III

 

Jer 7,23-28: Caminad por el camino que os mando

Lc 11,14-23: El reino de Dios ya ha llegado a vosotros

 

Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar. La gente se quedó asombrada, aunque algunos dijeron: “Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos”. Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo: “Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín. El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

 

Preparación: Este texto evangélico parece adquirir hoy una tremenda actualidad. Se acusa al evangelio de ser causa de guerras y discordias entre las gentes. Además, son muchos los que acusan a los cristianos de ser agentes del mal, como si hubieran nacido de la semilla del demonio. Por otra parte, nosotros mismos olvidamos que lo simbólico es lo que nos une, mientras que lo diabólico nos separa en el seno de nuestras comunidades.

 

Lectura: La lectura del profeta Jeremías acusa a los que no han escuchado la voz de Dios, que les hablaba por medio de los profetas, y no han aceptado la corrección que les dirigía.

El evangelio recuerda una extraña acusación contra Jesús. Se dice que expulsa los demonios con ayuda del demonio. La respuesta es terminante. Si Jesús expulsa los demonios por obra del demonio, eso significa que el poder del imperio del mal ha llegado a su fin.

Vivimos entre el “ya” y el “todavía no”. Ya hemos sido liberados del poder del Maligno, pero nuestra libertad puede todavía prestar atención a sus seducciones. También podríamos decir que vivimos entre el “todavía” y el “ya no”. Todavía permanecen en nosotros las apetencias del mal, pero ya no pueden superar la gracia que nos ha sido transmitida por el Espíritu de Dios.

 

Meditación: El pecado contra el Espíritu Santo consiste precisamente en atribuir al mal las inspiraciones que nos llevan a ser más fieles al evangelio de Jesús. Y, al contrario, es un grave pecado confundir con el espíritu del Evangelio lo que solo nace de nuestro egoísmo y de nuestras pasiones descontroladas.

Necesitamos el don de sabiduría para descubrir el paso del Espíritu de Dios por nuestras vidas. Necesitamos el don del temor de Dios para reconocer la presencia de la tentación. Necesitamos el don de consejo y la ayuda de buenos consejeros que nos ayuden a hacer un adecuado discernimiento.

 

Oración: Padre nuestro, que estás en los cielos, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del Maligno. Porque tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Contemplación: Es interesante contemplar cómo se comporta Jesús. Él fue tentado por el diablo, pero supo rechazar al demonio con la palabra de Dios. También las pretensiones de alejarlo de su camino hacia la cruz, fueron consideradas por él como una tentación del Adversario. Pero el Señor se mantuvo fiel a su misión hasta la muerte. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “la potencia de Satanás no es infinita”. Aun siendo potente, “no puede impedir la edificación del Reino de Dios” (n. 395).

 

Acción: Necesitamos reconocer las mociones del Espíritu y rechazar las que provienen de nuestros intereses y egoísmo. En el camino cristiano es importante elegir un director espiritual o un consejero experimentado que nos ayude a hacer un buen discernimiento.

 

 

 


Anunciación del Señor 
25 de marzo

Is 7,10-14; 8,10: La joven está encinta y va a tener un hijo

Heb 10,4-10: Vengo para hacer tu voluntad

Lc 1,26-38: ¡Salve, María!

En aquel tiempo envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo: “¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo”. Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin”. María preguntó al ángel: “¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. Entonces María dijo: “Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!”. Con esto, el ángel se fue.

 

Preparación: En uno de sus sermones, san Juan de Ávila mostraba su extrañeza por la escasa importancia que concedemos al misterio de la Encarnación del Verbo de Dios: “Hoy se hizo Dios hombre por los hombres. Creed que si se hiciera piedra, que hablaran hoy las piedras, dándole gracias por tantas mercedes”.

 

Lectura: En la profecía de Isaías se anuncia que una doncella concebirá y dará a luz un hijo, que llevará el nombre simbólico de Emmanuel”, es decir “dios con nosotros”. En el saludo del ángel Gabriel a María sobresalen algunas palabras que evocan la alegría, la gracia y la bendición.

 Otras palabras se refieren al anunciado, al que el ángel presenta como Hijo de Dios, Hijo del Altísimo y como rey del linaje de David.

Y hay, finalmente otra palabra que reúne a las anteriores y las hace compatibles. Es la palabra “Jesús”. Con su solo nombre se revela la misión del hijo que se anuncia a María: “Dios es salvación”.

Meditación: Hoy meditamos también las respuestas de María a las palabras del ángel. “Aquí está la esclava del Señor”. María puede recordar a los esclavos hebreos que fueron liberados de Egipto por la mano del Señor. Pero la que se considera esclava para aceptar la palabra de Dios, consigue para nosotros la verdadera libertad. “Hágase en mí según tu palabra”.

La palabra del Creador repetía “hágase” e iban surgiendo los mares y la tierra, las plantas y los animales y hasta el mismo ser humano. Con su aceptación de la palabra creadora de Dios, en María se inicia la nueva creación, nacida de la voluntad amorosa de su Señor.

El prefacio litúrgico proclama que “así Dios cumplió sus promesas al pueblo de Israel y colmó de manera insospechada la esperanza de los otros pueblos”.

Oración: “Señor, derrama tu gracia sobre nosotros para que, habiendo conocido por el anuncio del ángel, la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de la resurrección. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén”.

Contemplación: Hay muchas representaciones artísticas de la Anunciación a María. Podemos elegir el fresco del siglo XII, del Panteón de Reyes, en la Basílica de San Isidoro, en León, o la tabla de Fra Angélico que se conserva en el Museo del Prado. Estas y tantas otras nos ayudan a  contemplar la atención que María presta a las palabras que le dirige el ángel del Señor.

Siguiendo al mismo san Juan de Ávila, podemos considerar que hoy es día del remedio del mundo, pues se anuncia al Salvador; día de redención de cautivos, pues nos libra de nuestro pecado; día de desposorios entre la divinidad y la humanidad; y día de dar grandes limosnas, a la luz de la que Dios nos ha dado en Jesucristo.

 

Acción: Hoy deberíamos preguntarnos en qué manera podemos vivir el gozo del evangelio y contribuir a la nueva evangelización que el Señor confía hoy a su Iglesia y a cada uno de los cristianos.